Escayolas
Genéricamente, la obra la definiría como un extenso apunte. Habito en el apunte normalmente, prácticamente nada es tan serio para mí como para pensar en una obra final, en una obra acabada. A la vez, todo es tan serio para mí que siento inestabilidad en las responsabilidades plásticas que exige el propio hecho. No existe solución, pero si, conclusión.
Reflexionar, incidir, reflexionar, probar, reflexionar, investigar, reflexionar, hacer, realizar. La creación es, al final, una revisión de lo anterior.
En ésta serie el estudio de la luz sobre el blanco es más factible. Queriendo decir con ésto; el blanco (en su totalidad de balance tonal), verifica y potencia el volumen, sea plano, cóncavo o convexo. Por otra parte hace del resultado algo atemporal. El blanco, como centro, núcleo de colores luz y colores pigmento. El blanco anula o congela uno de los debates que se presentan con esta serie. Me interesa por ello, nos ayuda a trabajar en lo espacial, tal vez, cosa irrefutable en la existencia. Nos aparta por el momento del tono o matiz, desde el punto de vista teórico. La cualidad de un color depende de su posición en el círculo cromático y el blanco habita en su punto más exterior o en su máximo interior. El blanco no está ni muerto, ni vivo, está. Éstas esculturas no están ni vivas ni muertas, están.
El blanco me permite más la brusquedad de la herramienta, de su ejecución y por tanto de su exposición, que en cualquiera de los colores primarios, secundarios o terciarios. Dejando margen en superficies más limpias o suaves.
Pretendemos analizar la forma por su estructura, no por sus aspectos anecdóticos. Hemos de verla como masa, como volumen, en sí misma y en sus circunstancias. Ésto requiere analizar y abstraer, pensar, captar su esencia. No limitarnos a su pura apariencia externa.
Sentido de análisis de las secciones que permanecen constantes, para captar especialmente la forma.
Análisis del movimiento y las tensiones que encierra. Los contornos, la agitación, la tensión originada por los volúmenes, etc.
Rescatando el término “atemporal” que argumentaba en frases anteriores, vinculo el tono de las obras con el acercamiento anatómico, también atemporal. No sabemos ni de cuando, ni de dónde, incluso ni de quién, pero sí de que se trata, o al menos lo intuimos. Tampoco lo necesitamos, o al menos el autor, no lo necesita. De hecho he aquí uno de los conceptos a considerables de ésta serie de obras. La obra atiende en términos de globalización a dilemas de finales del siglo XX, pero sobre todo al presente del siglo XXI y en especial a su futuro. Exige la mirada autocrítica del espectador, por excelencia, pero sobre todo, y más con la obra presencialmente, atiende a la crítica del mundo que le rodea, al mismo paso que rodea las esculturas. La obra nos exige observar sin respuesta verbal, ni superficial. Deduzco vivir en un mundo superficial, y tal vez la plasticidad en la obra artística tenga que ver negativamente. La obra no nos impone tiempos exactos de ejecución, de observación, como tal vez acostumbramos en los medios audiovisuales cotidianos. Diría que la obra, ante todo nos recuerda, nos avisa.
Luis.